Por qué he escrito este manual

Este pequeño libro nace de las conclusiones que obtuve escuchando a lectores de mi otro libro de principios de 2019, El Museo de Ciencia Transformador, a los que aprovecho para agradecer desde aquí su apoyo y entusiasmo. Comprobé entonces que el concepto de lenguaje museográfico —tratado en un capítulo de aquel libro de un modo general y más bien teórico—fue probablemente lo que más interés suscitó. Por eso este manual se dedica fundamentalmente a profundizar en el lenguaje museográfico, desarrollando, perfilando y matizando los conceptos esbozados en 2019, con la intención de contribuir a facilitar su uso pragmático en la profesión museográfica.

Sin ánimo de devenir un recetario o un playbook, sí pretende este manual aportar algunas referencias básicas en una profesión como es la museográfica, en la que no abundan bases conceptuales ampliamente compartidas ni oportunamente normalizadas que faciliten desarrollar la actividad profesional con plena eficiencia. Además, este manual es deliberadamente breve, pues siempre he creído que los libros cortos pueden ser más usables y en cierto modo más seductores. Pienso que si un libro requiere mucho tiempo, o parece que vaya a requerirlo, es menos probable que se lea. Además, como manual que es, no pretende ser exhaustivo en los desarrollos teóricos. Para hacer este libro me he inspirado —en fondo y también en forma— en cinco títulos que han sido muy influyentes para mí, y a los que podría sumar muchos otros. Sirva también pues de muy humilde homenaje personal.

CosmoCaixa: El Museo Total, Jorge Wagensberg y otros (2006): siendo muy joven y empezando mi dedicación profesional en el sector de museos, tuve lagran suerte de poder trabajar próximo a Jorge Wagensberg (1948-2018), uno de los más innovadores museólogos de las últimas décadas. Personalmente le considero un influyente maestro de quien aprendí, entre otras muchas cosas, que una exposición era en realidad el producto comunicacional de un lenguaje apasionante: el lenguaje museográfico. Este libro, editado tras su obra museística cumbre (CosmoCaixa, en Barcelona), es un buen resumen de sus amplias aportaciones a la museología a nivel mundial.

Aunque es cierto que en muchos otros aspectos los museos de ciencia están francamente desaventajados respecto a otros tipos de museos, también es verdad que en el desarrollo del lenguaje museográfico seguramente han recorrido más camino. Desde mediados del siglo pasado los museos —y no sólo los de ciencia— asumieron explícitamente un compromiso social en favor de la educación. Pasaron así de ser fines en sí mismos —como hasta entonces habían sido— a ser medios de comunicación al servicio de diferentes mensajes a divulgar, en el marco de propósitos educativos que pusieron al visitante en el centro de su gestión, asumiendo también con ello ciertos rasgos de las entidades del tercer sector social. De este modo, los museos devinieron organizaciones capaces de comunicar empleando un lenguaje propio: el lenguaje museográfico.

En aquellos años, en los museos de ciencia, nombres tales como Jorge Wagensberg, Asger Høeg o Frank Oppenheimer se citaban regularmente como los genios de la museología contemporánea, ya que entonces eran de los pocos profesionales existentes capaces de «hablar» ese mágico lenguaje museográfico. Ciertamente los fundadores de casi todas las disciplinas —y los museos entendidos como medios de comunicación eran algo nuevo— suelen ser perfiles geniales, pero afortunadamente con el tiempo se generan los recursos formativos necesarios para que personas convencionales puedan también acceder a desempeñar estas dedicaciones, deviniendo así profesiones [si no fuese así, aún estaríamos dependiendo de que nacieran más geniales «Christiaans Barnards» para poder disponer de un trasplante de corazón]. Bastantes años después sostengo que ya no es necesario ser un genio, tener especial intuición o particulares aptitudes para manejar el lenguaje museográfico, pues ya es posible aprender a hacerlo —o ya debería ser posible— y este manual pretende contribuir precisamente a esto último.

Pompas de jabón y las fuerzas que las producen, Charles V. Boys (1890): este pequeño libro representa a los deliciosos libros de divulgación de ciencia de autores como Yakov Perelman, José Estalella, Salvador Maluquer o tantos otros. Suelen ser libros tan pequeños como maravillosos, llenos de sabiduría y delicadeza, que hablan de autores con una visión y formación amplia y transversal y una curiosidad infinita; que aman profundamente disciplinas que dominan y desean con pasión hacerlas accesibles y próximas a todos.

Somos Educación. Enseñar y aprender en los museos y centros de ciencia: una propuesta de modelo didáctico, Josep Bonil y otros (2012): un texto imprescindible en el que se da forma al concepto de Museo Transformador y que me hizo comprender la importancia del compromiso educativo del museo con la sociedad. Gracias a él entendí el inmenso potencial del museo como organización educativa, sobre todo en lo referente a su capacidad para educar en un plano equiparable a la escuela, mediante el evidente empleo del lenguaje museográfico; todo ello en el contexto del diverso ecosistema de agentes educadores de la sociedad contemporánea. Reconozco que, como tantos otros profesionales, llegué al mundo de los museos inicialmente atraído por los aspectos estéticos y formales de las exposiciones. Pero cuando uno lee libros como este, se enamora definitivamente de la capacidad de transformación social del lenguaje museográfico, de modo que todo lo demás ya aparece supeditado a la posibilidad de contribuir a educar.

La gestión de las organizaciones no lucrativas, Alfred Vernis y otros (1998): otro de esos libros tan pequeños como intensos. Mi interés por la gestión de museos me llevó a formarme en aspectos de gestión de las organizaciones no lucrativas del tercer sector, tema que en aquellos años empezaba a interesar en ESADE. Conocer las capacidades del sector no lucrativo y de sus mecanismos de gobierno basados en la eficiencia y en las intenciones socialmente transformadoras, fue para mí una experiencia enormemente enriquecedora en relación a mi trabajo en los museos. Personalmente sostengo que un museo contemporáneo de vocación educativa y transformadora, puede identificarse en muchos aspectos de su gestión con las entidades del tercer sector social. Con este y otros libros similares comprendí también que la evaluación del impacto social es sólo una parte de un aspecto básico, y asignatura en buena medida pendiente, de la gestión de los museos y exposiciones: la planificación estratégica —de hecho, la evaluación del impacto social de las exposiciones fue de lo primero en lo que trabajé como profesional de museos, pues este era un aspecto que interesaba particularmente a Jorge Wagensberg—. Y es que cuando uno conoce las posibilidades de evaluar el impacto de una exposición, le encuentra poco sentido a dedicar recursos a cualquier proyecto que no lleve asociado un programa de análisis de los resultados obtenidos.

Conectando Conocimiento. Metodología Sapiens, Ferran Adrià & Auri Garcia (2021). Mi estancia en elBullifoundation durante tres meses y medio de 2020, en estrecho contacto con Ferran Adrià y todo su equipo en el contexto de elBulli1846, me permitió contagiarme del espíritu de aquel mágico proyecto. Es poco probable que alguien pueda no sentirse intensamente seducido —seguramente de por vida— por cómo allí se trabaja y por cómo allí se piensa. La pasión por el conocimiento que se respira en aquel lugar junto a Cala Montjoi, además de ofrecerme la posibilidad de colaborar en diferentes aspectos de reflexión acerca de la metodología Sapiens, me hizo entender la importancia de comprender a fondo —antes de nada— cualquier objeto de estudio a cuyo desarrollo se pretenda contribuir; así como asumir la que probablemente sea la más elevada aspiración posible en relación a cualquier disciplina: abrir nuevos caminos. En buena medida este manual es también el resultado de aquel apasionado estímulo que tuve la oportunidad de experimentar en Roses, y que me mantiene intensamente ligado sentimentalmente allí.

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Aspiro a que este libro no sea sólo del interés de los museos, pues no es estrictamente un libro sobre museos sino sobre el lenguaje museográfico, por eso creo que puede ser de interés para los estudiosos y profesionales de diversas áreas de la comunicación, en sentido general. Cuando hablo de lenguaje museográfico no pretendo hacer una metáfora o emplear algún tipo de recurso lírico. Pienso que el lenguaje museográfico es una forma más de expresión y tiene una serie de recursos tan consistentes y reales como los que emplean otros lenguajes, constituyendo un medio de comunicación autónomo, necesario y soberano más, de pleno derecho: este libro reivindica pues con pasión ese fascinante lenguaje.

El lenguaje museográfico en realidad solo está viviendo sus inicios y tiene por delante un recorrido aún inmenso, un recorrido que trascenderá incluso a los propios museos y que lo incorporará como un lenguaje común más a disposición de todo tipo de personas u organizaciones, y que servirá a distintos propósitos y para transmitir todo tipo de mensajes —como de hecho ya está empezando a pasar en diferentes ámbitos, aunque quizá de modo poco explícito todavía—.

A veces comparo la situación actual del lenguaje museográfico con la que tenía el lenguaje cinematográfico a finales del siglo XIX, cuando los hermanos Lumière filmaban aquellas breves primeras películas ¡Qué poco se podía sospechar entonces que aquellas cintas de solo algunos minutos y sin apenas guión serían la cuna de uno de los lenguajes más importantes que revelaría el siglo XX y que sigue de plena vigencia! Por eso me muestro en desacuerdo cuando a menudo se habla de las reducidas perspectivas laborales de la dedicación profesional a los museos: personalmente estoy convencido de que el lenguaje museográfico ofrece y ofrecerá multitud de posibilidades a las personas oportunamente formadas en su uso y que sean audaces en su apuesta profesional personal, tanto en relación a los museos de siempre, como en nuevos contextos aún por explorar. Este libro quiere contribuir, pues, a poner el lenguaje museográfico a la altura que merecen sus capacidades. Para ello se desgranan sus aspectos básicos, bajo la convicción de que todo lenguaje admite y precisa de un análisis detallado de sus componentes generadores, los cuales normalmente no suelen ser muchos en la mayoría de casos.

Naturalmente, también espero que este manual sea del interés de los museos. Si algo pretende evitar este libro es pontificar, aunque sí describir una manera de enfocar el trabajo en los museos que asegure que resulten completamente singulares y necesarios en la sociedad contemporánea, aspirando también a persuadir a los profesionales de los museos de que se sumerjan plenamente en el apasionante mundo del lenguaje museográfico. Si el lector es de la opinión de que un museo contemporáneo admite muy diversas cosas relacionadas con la cultura y la educación, seguramente este manual no le acabe de encajar. Pero si es del parecer de que hay algunas cosas relacionadas con la cultura y la educación que sólo el museo contemporáneo puede ofrecer, entonces creo que este texto le puede interesar.

Hay quien puede pensar que lo expuesto en este manual acaso pretende limitar las posibilidades de los museos. Nada más lejos de mi intención. De hecho, lo que procuro es justamente lo contrario: contribuir a ampliar las posibilidades de los museos, aunque desde el conocimiento y la plena identificación de lo que les es propio y endémico. El museo puede y debe cooperar con otros medios y lenguajes en un contexto de límites difusos entre disciplinas, pero esta dinámica sólo puede verificarse eficazmente desde el autoconocimiento profundo de sus activos propios basados en el lenguaje museográfico. Solo así se pueden buscar zonas intermedias válidas y mestizajes interesantes.

También es posible que pueda parecer que en este texto propongo una visión personal o una teoría particular mía acerca de cómo debería trabajarse en las exposiciones y museos. Sería comprensible que eso se pensase, habida cuenta de la cantidad de visiones a menudo arbitrarias y adanistas que para los museos afloran con bastante frecuencia. No obstante, en absoluto pretendo hacer opinión, sino analizar y sintetizar de forma objetiva todo aquello que caracteriza y diferencia a las mejores prácticas en el lenguaje museográfico, con el fin de identificar lo esencial y lo característico. Y particularmente con la intención de contribuir, con ello, a evitar que el ejercicio de los museos contemporáneos incurra en redundancias con otros lenguajes, algo que podría ponerlos en una
peligrosa situación de prescindibilidad social.

Quizá no me haya sido posible evitar que este texto transluzca mi personal pasión y mi orientación profesional hacia los museos de ciencia, ni mi interés y entusiasmo por las capacidades educativas del museo contemporáneo entendido como una organización de compromiso social. No obstante, me gustaría dejar claro que, pese a ello, apuesto con toda convicción por el valor del lenguaje museográfico en el contexto de todo tipo de museos y organizaciones —no sólo los museos de ciencia— y al servicio de todo tipo de propósitos comunicativos, incluso sin ser necesariamente objetivos de tipo educativo.

Por último, y como también expliqué en mi anterior libro, tampoco este es un libro terminado, sino que pretende —desde el máximo recato— abrir caminos e inspirar nueva reflexión y desarrollo en relación a un lenguaje que aún está en sus albores a pesar de las apariencias. Huyendo de toda actitud dogmática, este texto anhela precisamente ser cuestionado y debatido por sus lectores, y para ello mantiene siempre abierto el canal de retorno y continuo diálogo y reconsideración que ofrece el disponer de su propia web.

No quiero acabar sin agradecer de todo corazón el esfuerzo de las personas que me han trasladado sus impresiones sobre este texto y que, con ello, han contribuido a darle su forma final: Javier Hidalgo, Alfonso Peres, Javier Peteiro, Ana Salazar, Marta Soler, Erik Stengler, Pere Viladot y, como no, Ferran Adrià. Ellos han participado solamente de los aspectos positivos que el lector encuentre en este libro.

Guillermo Fernández.


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