¿Cómo emplear este lenguaje?

Llegado este punto se pretende ahora aportar algunas ideas muy concisas para orientar acerca de la práctica de lenguaje museográfico, sin ánimo de exhaustividad:

Definir bien los conceptos clave: antes de aplicar las herramientas del lenguaje museográfico para obtener una solución museográfica en particular, es esencial determinar con la máxima exactitud y concisión posible cuáles son los mensajes que se pretende transmitir y que irán engarzados en la narrativa de la exposición, de ahí que a estos mensajes se les pueda llamar conceptos clave.1 En el caso anteriormente mencionado relativo a la muela del elefante, es notable que el mensaje está muy claro: el elefante africano es uno de los animales más grandes que existe en la Tierra. En el caso del castillo de naipes ya mencionado, el concepto clave asociado también era conciso: los sistemas económicos de la sociedad mantienen una interdependencia delicada. Cuando se trate de propósitos comunicativos abstractos —más propios del arte— puede ser más complicado definir estos conceptos clave.

Pensar siempre en cómo evaluar los resultados comunicativos: debe ser posible ponderar —en todo lo viable— hasta qué punto los mensajes que se pretende transmitir en cada caso mediante el empleo del lenguaje museográfico, efectivamente se transmiten o no y cómo. Resultaría bastante absurdo emplear cualquier lenguaje sin tener evidencias de su eficiencia comunicacional. Esto no es menos cierto en el caso del lenguaje museográfico.

Tener siempre en mente a los destinatarios o receptores del mensaje: en la práctica del lenguaje museográfico es esencial no perder de vista que la intención última es la de comunicar un mensaje a unas personas, en el muy particular contexto de la visita a una exposición. Estos visitantes actuarán como co–constructores de ese mensaje en un entorno grupal, de ahí que deban dedicarse todo tipo de recursos a conocer a fondo las características, expectativas y necesidades de los públicos. En este sentido, llama la atención que todavía se vean tantas soluciones museográficas en las exposiciones pensadas para un uso y acceso individual y no grupal —como sería lo propio—, olvidando así la importancia caudal de fomentar la experiencia social y la conversación entre los miembros del grupo visitante.

Trabajar con todos los recursos del lenguaje museográfico: pieza, modelo, demostración y analogía rara vez deberían aparecer aislados en el ámbito de una exposición —e incluso en el contexto de una misma solución museográfica— y es fundamental que así sea. Es preciso combinar sistemáticamente los cuatro recursos del lenguaje museográfico en propuestas museográficas híbridas, complejas, innovadoras, bien equilibradas en recursos y eficientes comunicativamente hablando. En estas labores de lo que puede llamarse I+D+i museístico
radica un uso excelente del lenguaje museográfico.


La interdependencia e interconexión de los recursos del lenguaje museográfico entre ellos es básica, de manera que la excelencia de una exposición será un concepto muy relacionado con una bien desarrollada hibridación de los mismos. En algunos casos, es incluso posible mezclar ciertos tipos de recursos entre ellos mismos: sería el caso de exponer una serie de piezas que comparten ciertas características, y que se exhiben juntas para proponer un ejercicio intelectual de comparación, por ejemplo.


Valorar cuál es el recurso predominante en cada solución museográfica: insistiendo en lo anterior. Dado que las buenas soluciones museográficas son mixtas y complejas y rara vez puras, a la hora de hacer clasificaciones y planificación es importante identificar cuál es el recurso del lenguaje museográfico predominante en cada caso, a fin de poder asegurar los adecuados equilibrios en el contexto de la exposición.

Poner los recursos auxiliares en muy justa medida: videos, texto escrito, disertaciones habladas, grafismos… Ya se ha tratado este tema con anterioridad, pero siempre conviene recordar el papel subsidiario y auxiliar que los productos de otros lenguajes ostentan en la práctica del lenguaje museográfico, cuyos recursos autóctonos y endémicos relacionados con la realidad y la tangibilidad de los objetos y los fenómenos deben ser los indiscutibles protagonistas, y aquello que singularice y dé sentido a la experiencia intelectual de visitar una exposición.

Buscar sistemáticamente la excelencia en el uso de los recursos del lenguaje museográfico, a fin de garantizar su singularidad y pertinencia: no es fácil ni inmediato dar con buenas soluciones museográficas, por lo que suele ser buen hábito desconfiar de presuntas soluciones museográficas cuya concepción no haya requerido de un proceso de reflexión, desarrollo y testeo más o menos dilatado2. Cuando son excelentes, las soluciones museográficas se caracterizarán porque resultarán muy complicadas de explicar alternativamente con fotos, palabras o mediante recursos de otros lenguajes. Evidentemente: si no fuese necesario estar presente para disfrutar de pleno de las capacidades comunicativas de una solución museográfica en particular, no sería un producto propio del lenguaje museográfico [se sugiere al lector que trate de explicar con palabras —o fotos o videos— la experiencia de oler un pomander3 del siglo XVI recientemente descubierto en muy buen estado de conservación]. En este mismo orden de cosas, una buena solución museográfica se caracterizará porque será capaz de suscitar el interés de disfrutarla de nuevo en otras ocasiones.4

Por lo anteriormente expuesto, resulta preciso ser muy críticos cuando se plantee el uso del lenguaje museográfico en un proyecto de comunicación. Si una foto, un video o un texto —por ejemplo— resultan comunicativamente más efectivos o igualmente efectivos en un caso determinado, probablemente sea mejor optar por no abordar la realización de un elemento museográfico o exposición, sino emplear medios tales como una web, una película o un libro. Los diferentes recursos del lenguaje museográfico son de gran potencia comunicativa, pero su adecuado desarrollo puede ser costoso en términos de tiempo, formación u otros recursos, tales como la importancia de trabajar en el contexto de amplios equipos de forma interdisciplinar. Por eso es preciso ponderar bien la disponibilidad de recursos antes de abordar un proyecto expositivo, a fin de asegurarse de que tendrá el suficiente calidad, rigor, relevancia y pertinencia como tal, de modo que se justifique plenamente la especial inversión que precisará.


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  1. Uno de los retos de una buena exposición es que estos conceptos clave sean lo bastante precisos y concisos y conformen en conjunto una narrativa con un contenido asumible, tanto cuantitativa como cualitativamente. Es preciso tomar distancia con la excesiva exhaustividad y complejidad conceptual que aqueja a no pocos proyectos expositivos.
  2. En el lenguaje museográfico, como en el resto de lenguajes, es fundamental diferenciar entre la verdadera creatividad —que requiere trabajo y tiempo—, y las meras ocurrencias, que afloran como churros en ciertas reuniones en las que no abunda la formación adecuada
  3. Un pomander es un amuleto en forma de pequeño recipiente delicadamente construido que fue usado durante la Edad media y el Renacimiento. Dentro llevaba diferentes sustancias fragantes, pudiendo considerarse una especie de joya aromática.
  4. .Del mismo modo que leer diversas veces un buen libro, escuchar diversas veces una buena canción o ver diversas veces una buena película, no sólo no cansa, sino que añade nuevas perspectivas enriquecedoras en la experiencia comunicacional propia del lenguaje literario, musical o cinematográfico, en estos casos.
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